lunes, 2 de abril de 2018

Felices Pascuas

La Pascua de Cristo es el centro de la fe cristiana.

La Iglesia de la que formamos parte no es una filosofía de vida caracterizada por unas fuertes y rígidas reglas de comportamiento, fruto de una imposición autoritaria, incapaz de dialogar con el razonamiento. 

Tampoco es un culto tejido de rituales extraños y antiguos que pretende asegurar a quienes los practican la seguridad de no sufrir o  de tener suerte, motivo por el cual conviene practicarlos, como si fueran pases mágicos, sin que nos interese el por qué, sino su eficacia contra el sufrimiento.

Nosotros creemos en Jesús que ha muerto y ha resucitado. En ese proceso (proceso entendido como Pascua = Paso, tránsito de una situación a otra) ha vencido a la muerte y al pecado. Si no creyéramos en esto todas nuestras expresiones cultuales, terminarían siendo un espectáculo digno de la curiosidad de científicos y turistas. Nuestros preceptos una imposible pretensión de superioridad moral para señalar con un dedo condenatorio a todos los demás y solazarnos en nuestra perfección; nada distinto de los escribas y fariseos que conspiraron contra Cristo.

Creer en el Jesús de la Pascua significa creer en la Nueva Vida que Él nos otorga a través del Bautismo y la conversión de nuestros pecados. Significa tener fe en que participamos de  esa su Pascua. Pascua entendida como paso, proceso  que va ganando nuestra existencia paulatinamente hasta reproducir en nosotros los rasgos fundamentales del Resucitado. Pascua, Paso, proceso que conlleva un tiempo. Tres días que en nosotros no son tres jornadas, sino toda la existencia. Pascua, Paso, proceso que requiere nuestro esfuerzo libre que corresponde a la acción divina (Gracia) y que en el ínterin puede tener altibajos e incertidumbres. Pascua, Paso, proceso que a pesar de todo eso nos conduce a la Glorificación y que, por tanto, no tiene por qué ser abandonado.

María Santísima, nuestra Madre de la Pascua nos ayude en este caminar hacia nuestra plenitud.

Felices Pascuas.