jueves, 7 de febrero de 2019

Visita de la Virgen del Rosario Sentadita a nuestra parroquia. Explicación del Logo

Con motivo del Jubileo de la Prelatura de Cafayate en el Quincuajésimo Aniversario de su constitución, se ha propuesto la visita de la imagen de nuestra patrona a todas las parroquias que componen este Obispado.

Nuestra Parroquia de San Carlos Borromeo la recibirá, si Dios quiere el próximo Domingo 10 de Marzo.

Para tal ocasión presentamos este logo conmemorativo, cuya explicación realizaremos a continuación.

El número y los colores
Los colores quieren ser brillantes y festivos, pues el Año Jubilar es alegría y júbilo ya que se trata de un tiempo de especial misericordia y perdón de parte de Dios, para que también haya diálogo y reconciliación entre nosotros.

El número 50 refiere al cincuentenario de la creación de nuestra Prelatura, efectuada por el Papa Pablo VI el 8 de Septiembre de  1969 con la Bula Preclarissima Exempla. Los colores de los números son los del hábito de la Virgen del Rosario, la Sentadita, patrona de toda esta Iglesia local que peregrina en el Valle Calchaquí. La misma se encuentra constituída por las parroquias de Molinos, San Carlos, Cafayate, Colalao del Valle, Amaicha del Valle, Santa María, San José y Antofagasta de la Sierra.

La Campana
La campana hace referencia al llamado de Dios para celebrar este tiempo agradeciéndole todo lo que ha realizado entre nosotros. Es también símbolo de la voz de nuestra conciencia comunitaria que nos llama a reconocer nuestras fragilidades y pecados. Es una alarma para despertarnos o desperezarnos de nuestras comodidades y acostumbramientos en la tarea evangelizadora y en la vivencia de nuestra religiosidad. Es la señal de que la lucha por el Reino de Dios no ha terminado y hay que librar todas las rondas hasta el final.

Esta campana alude a la llamada a la Misa, ya que en la mayoría de nuestras comunidades se recurre a ella o a algún elemento sucedáneo para convocar a la gente. En la Misa, se ofrece la Persona viva de Cristo, presente en el Pan y el Vino Consagrados, al igual que en su Palabra proclamada y en la comunidad reunida bajo el servicio de un ministro del altar. La Eucaristía, principalmente la Dominical, es fuente y cúspide de toda vida cristiana, fuente de fortaleza y consuelo, encuentro y reencuentro en el que nuestra vocación de anunciadores del Evangelio se revitaliza.

El Rosario abierto
Las cuentas del Rosario hacen referencia al Patronato de la Virgen, como ya lo dijimos. Sin embargo, también se refiere a esta oración como tal, oración mariana, recomendada continuamente por la Madre de Jesús y por su Iglesia. 

En el dibujo el Rosario aparece incompleto, para dar a entender en primer lugar que es una oración que no está terminada y por lo tanto siempre debe rezarse. En segundo lugar que cualquiera de nosotros puede enganchar con ella siempre. Este Rosario abierto quiere también manifestar que nuestra Iglesia particular, no puede ser nunca cerrada, ni elitista, ni separatista, sino todo lo contrario.

La oración del Rosario es un resumen del Evangelio, en el que estamos invitados a contemplar los hechos de la vida de Jesús y su Iglesia con la mirada de María, para que desde allí imploremos la gracia de dilucidar lo que Dios nos pide en nuestras vidas.

Esta oración es también una manifestación típica de nuestra piedad popular que ha alimentado la fe de nuestros mayores desde los albores de la evangelización en nuestra tierra calchaquina y en muchas otras tierras del mundo y de la historia.

La Cruz  de Cristo en el cerro y nuestras cruces.
El Rosario presta su cruz a la sima de un cerro. La cruz en los cerros es un elemento paisajístico cultural muy característico de nuestros parajes, razón por la cual también forma parte del elenco de elementos de nuestra religiosidad popular. Puesta en lugares elevados es una plegaria que pide a Dios protección para un poblado determinado. Es meta de peregrinaciones, generalmente asociadas con la exaltación de la Cruz, Semana Santa o Cuaresma, o simplemente está ahí como recordatorio y testigo de la fe de la gente. Para muchos esas cruces también tienen el sentido práctico de orientar en el lugar. La riqueza de la Cruz como orientadora es tan rico que pretender desglosarlo le quitaría toda su belleza.

En las últimas décadas esas cruces de los cerros y caminos también han sido objeto de crítica y ataque por algunos que no comparten nuestra fe católica. Frente a actitudes y palabras hostiles, esas cruces siguen allí humildes, asoladas, en silencio, sin defenderse, sin contratacar, sin replegarse, sin esconderse. Están allí, expuestas al martirio, porque la vocación de todo cristiano, contiene en sí la posibilidad del martirio (Cfr. Mt 16,24-18; Mc 8, 34-38; Lc 9, 23-27)

En efecto, Cristo en la Cruz no es un triunfador, sino un mártir; es decir un testigo del amor misericordioso de Dios que busca a la oveja perdida hasta encontrarla (Cfr. Lc 15, 4). No es la Cruz de un fracasado, porque en ella se produce el reencuentro entre el Padre de Misericordia que otorga vida y los hijos pródigos, descarriados y muertos (Cfr. Lc 15, 11-31). 

No es la Cruz de un Dios muerto, porque es la Cruz del Resucitado; de aquel que vence a la muerte no negándola, sino asumiéndola y transformándola en un abrazo con el Creador. Las cruces de nuestros cerros son el testimonio de quien ha pasado por la muerte sin quedar muerto, para que nosotros tampoco permanezcamos muertos, sino que resucitemos con Él y, con Él, estemos vivos para siempre (Cfr. Rom 14, 8-9; II Tim 2, 2-12).

Es probable que esta costumbre de entronizar la Cruz en la cúspide de los cerros esté asociada a una religiosidad anterior al Evangelio. De hecho, relacionar lo alto de las montañas con lo divino es algo arraigado en casi todas las culturas, no sólo en la americana precolombina. Este hecho, abre a la ligazón, que nuestros antepasados realizaron entre sus religiones y el cristianismo (notemos que una de las acepciones de la palabra religión proviene de re-ligar aquello que está des-ligado). Podemos descubrir en aquellas cruces el proceso de armonización entre aquellas primeras concepciones religiosas con la revelación del Cristo que redime ensangrentado en la Cruz. Las montañas de la Pachamama, bien son una Semilla del Verbo que cintonizó en su momento con el anuncio de Cristo Hijo de Dios.

El Crucificado y su Madre han sido siempre muy fuertes en la espiritualidad de Latinoamérica, porque en ellos han visto los primeros evangelizados la redención de sus dolores y postergaciones. Dolores y postergaciones que hoy en día, nosotros evangelizados y evangelizadores del Siglo XXI, vemos que se siguen realizando social, política y económicamente, por poderes que hace mucho que ya no están ligados a una corona dinástica de Europa.

La redención de Cristo que nos llega en la dulzura de los brazos de su Madre constituye nuestra esperanza de superar las injusticias que solapada o violentamente atentan contra los más pobres. Esperanza que es capaz de sostener en las largas luchas por la reivindicación de la dignidad humana de las mujeres y los hombres que son descartados descaradamente. Esperanza que nos sostiene, porque sabemos que más allá de que los reclamos sean atendidos y las estructuras sean remodeladas, o no, tenemos nuestra vista en el Reino de Dios, hacia donde se encaminan todos los que trabajan por la paz, los que tienen hambre y sed de justicia (Cfr. Mt 5,6. 9).

Las Escalinatas
Desde la Cruz del cerro desciende una escalinata que viene a recordarnos que el Hijo de Dios se ha abajado a nuestra condición humana (Cfr. Fil 2,6). Su persona, su mensaje no es una filosofía inalcanzable, una ciencia oculta exclusiva de algunos espíritus, inteligencias, razas o grupos de gente superior. Ninguno de nosotros ha de hacer el esfuerzo de tener que subir para encontrarlo (Cfr Deut 30, 11-14; Rom 10, 5-13). Es Él quien viene a nuestro encuentro (Jn 1, 14), bajando a nuestro Valle a acompañarnos y a conversar con nosotros en las situaciones concretas de nuestros pueblos y personas, incluso cuando muchas veces se nos haga difícil percibirlo (Cfr. Lc 24, 13-35).

Nuestra Iglesia en estos Valles Calchaquíes en su tarea de Nueva Evangelización debe también seguir los pasos descendentes de su Único Maestro. Ofrecer una predicación acorde a los signos de los tiempos, a las situaciones y cultura de la gente, de tal forma que la Palabra sea puesta en práctica sin reducirse a un ejercicio de impecable oratoria. Sin desfigurarla en una falsa espiritualidad, en un escapismo hacia una intimidad desgajada del mundo y del dolor del otro. Ese otro que se transforma en mensaje vivo de Dios para mí y requiere una respuesta ( Mt 25, 37-46; Lc 10, 29-37)

Pero la escalinata es también camino de ascenso. No una subida al Cielo hecha con nuestras solas fuerzas naturales, sino realizada en los brazos todopoderosos de Aquél que ha bajado a rescatarnos del mal (Jn 3, 13-17; Ef  4, 7-8). Ahora bien, ese rescate no es sólo sobrenatural, sino que también implica nuestra situación histórica y terrena, por eso el ascenso de que hablamos tiene que ver con el reconocimiento de la propia dignidad humana.

El mensaje del Evangelio también procura que nos percatemos de ella y de la de los demás. De allí que la tarea eclesial del anuncio del Reino lleve al compromiso con la promoción social. La Iglesia ha de procurar sumarse a ella, como quien responde a las obras de Misericordia y no como un mero actor económico, porque la dignidad humana no tiene parámetros monetarios, ni se agota en acceso a tecnologías en boga.

De hecho, lo más alto de la dignidad humana se encuentra en que cada persona forma parte del Plan de Dios y es amada por Él,
al punto de haber sido llamado a la existencia. Esta dignidad también nace del deseo y capacidad de concebir la verdad, procurar el bien, construir sociedades cada vez más justas, de expresar a través del arte la belleza de la creación y del propio espíritu humano. En ese contexto el bienestar económico y el uso de tecnología alcanza su finalidad constructiva y propiamente humana; fuera de ese humus, todo es humo. Subrayemos: la promoción social que viene anexa a la predicación evangélica es potenciar todo aquello que manifiesta y desarrolla la dignidad de las mujeres y de los hombres y ese sentido de ascención es el que se expresa también en las escalinatas del logo.

Estas escalas vistas como una subida tienen como meta la misma Cruz de Jesús, porque es en su Persona en la que lo humano muestra su más alta expresión y es el ideal que lleva a cada persona a empoderarse de la historia propia y comunitaria.

La frase
La leyenda que se encuentra al pie del logo, tiene que ver con lo último que acabamos de expresar y está inspirada en la carta de convocación al Jubileo de la Prelatura, realizada por nuestro Obispo, fechada el 15 de Febrero de 2018:

Que la verdad brille, la justicia se concretice y el amor se difunda en nuestro valle.

Logo de la visita de la Virgen del Rosario a nuestra parroquia


jueves, 20 de diciembre de 2018

La sorpresa de la Navidad

Pesebre realizado por los jóvenes de nuestra parroquia
San Carlos. Navidad de 2018
Hermosamente vuelve a sorprendernos la Navidad. Sorpresa que no depende de los almanaques que, casi inesperadamente, marcan que llegó el 25 de Diciembre.

Porque en Navidad nos sorprende siempre la vida. No me refiero solamente a esta existencia nuestra que transitamos casi sin darnos cuenta. No me refiero solamente a nuestro proceso de crecimiento personal, sino a la entrada del Señor en la historia de la humanidad. Esa vida es a la que me refiero, la vida de Dios-con-nosotros (Emanuel). Sorprende que la Divinidad que no necesita de nada, se preocupe y venga a caminar nuestras vidas junto a nosotros, haciéndose uno de los nuestros.

Esta vida de Dios que sorprende e irrumpe en la historia humana no es a nivel universal o general; al contrario es a nivel particular. El Señor entra en nuestra vida: la tuya, la mía, la nuestra. Es más, su ingreso no es una visita turística o médica que dura un tiempo, más o menos corto, o mientras se sufre una enfermedad o dolencia. No. Él llega para acompañarnos todo el tiempo, en toda circunstancia para que nuestras experiencias lindas y amargas, cuenten siempre con su Presencia. A veces no nos damos cuenta de eso...

Jesús vino para quedarse. Podemos hallarlo a cada paso. Está siempre disponible. Pero hay algo más grande y comprometedor todavía: cuenta con nosotros para hacer efectiva su compañía.

Desde que Cristo se asocia a nuestra humanidad en el vientre virginal de María Santísima, nos asocia a su divinidad sorpresivamente peregrina en esta tierra. Por eso a partir de aquella primera Navidad cuya fecha histórica está perdida, camina con nosotros, entre nosotros y también en nosotros. 

En cada prójimo podemos encontrar al Cristo que nos sorprende, pero también debemos ser un Cristo que sorprende a nuestro prójimo. Cristo que acompaña, que alienta, sostiene, corrige,  perdona, abraza, ayuda.

Animémonos a formar parte de la grata sorpresa que Dios quiere dar continuamente a una humanidad que puede estar desorientada, triste, y en pecado; pero que por encima de todo eso está hecha para Él.

Feliz Navidad. Que Dios nazca en tu corazón, para que lo hagas nacer en otro corazón.




viernes, 30 de noviembre de 2018

Adviento

Comenzamos el tiempo de Adviento. Son cuatro domingos que  la Iglesia nos reserva para renovar el encuentro con Cristo en nuestro corazón, nuestra vida y nuestra comunidad.

El tiempo litúrgico del Adviento pretende tenernos atentos a las tres venidas de Cristo: la de la Navidad, la del final de los tiempos, pero también la de este tiempo actual en el que vivimos nosotros. Así como el Señor vino en la carne en la Navidad, así también vendrá en la gloria al final de los tiempos. Recibirlo con la ternura y la confianza que despierta el pesebre de Belén, ha de mantenernos alerta y estar preparados con las buenas obras para recibirlo a su regreso lleno de gloria. Ha de mantenernos atentos también para descubrirlo en el prójimo en el acontecer de cada día.

Al final de este proceso de las cuatro semanas de Adviento, debiéramos ser más sensibles para descubrir a Dios que viene a nuestro encuentro en el prójimo. El otro es la imagen y semejanza con que se me presenta Cristo en la actualidad. Si me niego a descubrirlo en su necesidad, no estoy preparado para su segunda venida al final de la historia y en vano puedo enternecerme ante las figuras del pesebre.

Por otra parte, no podré tener ojos que vean a Jesús en el prójimo, si no tengo oídos para escucharlo en la oración sielenciosa donde resuena su Palabra.

Dios nos sale al encuentro en cada acontecimiento y hermano pidiéndonos, desde su Palabra, respuestas concretas para situaciones actuales. Saber captar esos mensajes es interpretar los signos de los tiempos y la Iglesia debe saber leer tales signos con la agilidad del Espíritu Santo que actúa en Ella. Nosotros en este Adviento estamos celebrando el Jubileo de la Prelatura de Cafayate, nuestra Iglesia Local ¿Qué signos de los tiempos nos muestra Dios? ¿Qué tipo de reacciones y acciones pide de nosotros que somos su Iglesia en el Valle Calchaquí del Siglo XXI?

Dios quiera (y nosotros también) que este Adviento nos impulse a leer los signos de los tiempos como comunidad parroquial de San Carlos y podamos responder generosa y prontamente.

domingo, 4 de noviembre de 2018

San Carlos Borromeo que redescubramos nuestra Iglesia

Este año 2018, en pleno jubileo por la creación de nuestra Prelatura (8-9-69) hemos querido reflexionar a lo largo de toda la novena sobre la Iglesia. Por eso su lema fue San Carlos Borromeo que redescubramos nuestra Iglesia.

El Evangelio de San Marcos nos recuerda aquella vez en que al Señor un escriba le preguntó cuál era el principal de todos los mandamientos (12, 28-34).

Es la pregunta por aquello de primerísima importancia. Pero la respuesta de a esta cuestión viene después de una serie de hechos y discusiones que se le han presentado a Jesús.

Él había echado a los vendedores del Templo y eso había puesto más tensa su relación con los escribas y fariseos, por eso después le mandaron unos partidarios de Herodes para que le tendieran una trampa y sorprenderlo en alguna afirmación política que lo comprometiera. Fue en aquella ocasión en la que dio la respuesta de den a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César (Cf Mc 12, 17) Más tarde llegaron los saduceos con sus legalismos, pretendiendo negar la resurrección de los muertos.

Todo esto nos sirve para pensar en lo que es nuestra Iglesia, la comunidad de bautizados de la cual formamos parte.

Siguiendo la línea del Evangelio hemos de considerar qué es lo realmente importante en la Iglesia, aquello que la constituye como tal. La respuesta ya nos la dio Cristo en este Evangelio. No sólo para los sacerdotes y consagrados, sino también para aquellos que forman familia, que están involucrados en el mundo del arte, del comercio, de la educación, del Estado, de la producción, a tantas formas de trabajo que hay en el mundo.

Lo que hace Iglesia a la familia de bautizados no es otra cosa que el mandamiento principal: escucha... amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas... Amarás a tu prójimo como a tí mismo. Esto es lo fundamental.

Cuando perdemos de vista esto, desfiguramos el rostro de la Iglesia, nuestra fe y nuestro Bautismo y caemos en lo que habían caído los israelitas del tiempo de Jesús.

En efecto, habían hecho del Templo de Dios una casa de comercio, por eso Jesús había desalojado a los vendedores.

Habían hecho de la religión un conjunto de leyes para cumplir, sin amor, sin convicción, ni sentido; el deber por el deber mismo. Cuando  caemos en ese legalismo, nos hacemos inmisericordes. Incapaces de comprender y ayudar a los hombres y mujeres de nuestro tiempo en sus debil
idades y pecados y le exigimos a la Iglesia únicamente rigor y castigo, sin perdón, sólo la regla, sin miramientos.

Los escribas y fariseos habían perdido de vista lo principal y consideraron que la fe era cuestión de cumplir con rituales fastuosos y llamativos. Nosotros también podemos caer en esto cuando nos olvidamos del mandamiento principal.

Perder de vista lo principal nos lleva a caer en lo que habían caído los herodianos, obsecuentes del poder político y sus tentáculos económicos que oprimen a los más pobres y queremos darle todo al César y nada a Dios. Cuando cedemos en este aspecto terminamos considerando a nuestra Iglesia como una instancia política. O nos consideramos revolucionarios para derrocar gobiernos;  o nos convertimos en esclavos serviles de los señores que ostentan indebidamente el poder que el Pueblo les otorgó para gobernarlo. Ninguna de esas cosas es la Iglesia de Cristo.

Quienes no entiende lo principal en la Iglesia la mal interpretan y así tenemos tantas opiniones dando vueltas por allí. A veces los católicos nos hacemos eco de ellas, muchas veces sin saber bien qué es lo que decimos y ajenos a los intereses de ciertos grupos que quieren destruirla.

La Iglesia existe para que escuchemos al Señor, captemos el amor que Dios nos ha prodigado y lo amemos por encima de todo y al prójimo como a nosotros mismos. Si nosotros tenemos claro eso, todo lo demás encuentra sentido.

El mensaje que la Iglesia debe al mundo de la política, a los hombres de Estado y al Pueblo, se entiende a partir de este mandamiento principal. Y es un mensaje que debe ser dado, porque la fe católica no se reduce al mundo de la vida privada. Dios se ha manifestado y quiere salvar al ser humano y éste se organiza y vive en comunidades políticas. Por eso la comunidad de bautizados nunca puede reducirse a un grupo de gente encerrada en una capillita rezando para sentirse bien, mientras afuera la injusticia hace estragos. Su compromiso social y político deviene de que Dios nos pide que nos amemos mutuamente como a nosotros mismos, haciéndonos prójimos los unos de los otros.

La economía que la Iglesia debe necesariamente manejar en el mundo en que vive, tiene sentido en tanto y en cuanto ayude a los hombres a que amen a Dios con todo su ser y al prójimo como a sí mismos. No se trata de generar fondos para sentirnos seguros, sino de ponerlos a disposición de los que realmente necesitan y del trabajo apostólico.

Este mandamiento principal es el eje de la Iglesia, no podemos perderlo de vista queriendo formar parte de una comunidad que sólo quiere tener expectáculos, juntar multitudes, o que pretende sólo milagros para captar mucha gente. La Iglesia está para que amemos al Señor y al prójimo.

Al celebrar nuestra fiesta patronal, no miremos la cantidad de gente que congregamos. Miremos si amamos a Dios y al hermano como a nosotros mismos, eso es lo esencial, eso nos hace Iglesia. Lo demás puede estar o no estar.

Redescubramos la Iglesia de la que formamos parte. No pensemos que se trata de un montón de gente que simplemente viene a hacer número. No creamos que es un cúmulo de ritos y leyes a cumplir, sin amor, sin convicción. No la creamos un poder económico. No creamos que es una organización política para hacer oposición o apoyar regímenes estatales.

Redescubramos nuestra Iglesia; es la comunidad que está invitada por Jesús a lo esencial, a lo más importante: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas... Amarás a tu prójimo como a tí mismo.

Redescubrámosla, amémosla, comprometámonos en ella. Animémonos a vivir esto que es lo esencial.

Así lo hizo San Carlos Borromeo, así se lo pidamos a María Santísima

lunes, 15 de octubre de 2018

Agenda Mes de Noviembre

Jueves 1: Misa y procesión de Todos los Santos. Séptimo día de la Novena Patronal (ver programa)
Viernes 2: Misas por  los fieles difuntos en los cementerios a las 06:00 en San Carlos y Angastaco; a las 08:00 en Animaná y El Carmen; a las 10:00 en Payogastilla; a las 12:00 en Pucará; a las 18:00 en La Merced; a las 20:00 en Iglesia Parroquial.
Sábado 3: Primera Comunión en San Carlos.
Domingo 4: Fiesta Patronal de San Carlos Borromeo (ver programa)
Martes 27: Misa en Gruta de la Medalla Milagrosa (El Barrial)

jueves, 26 de julio de 2018

Compartir la Vida con los Mayores

Compartimos este video para que pensemos cómo podemos atender en nuestra parroquia la pastoral de los adultos mayores.

Hoy en día la sociedad de consumo preconiza la juventud, lamentablemente la mayoría de las veces en razón de un interés puramente comercial. Cuánto pierde la comunidad al menospreciar o silenciar, aunque sea con la sola indiferencia, a los adultos mayores.

Las Sagrada Escritura y las antiguas culturas, entre ellas las precolombinas de América Latina, han sabido valorar la sabiduría de los ancianos. Valorar su presencia y su aporte (no sólo su historia pasada), es un tesoro imperdible para las generaciones presentes y venideras.

Cuando cortamos el hilo generacional entre los mayores y los menores perdemos identidad y cualquier inescrupuloso nos vende un sistema de valores que no es el nuestro, invocando un pasado tergiversado o un porvenir incierto y ajeno a nosotros. De allí la necesidad no sólo de rescatar historias y relatos de nuestros ancianos, sino de mantener el contacto comunicacional y afectivo con ellos. Porque no se trata solamente de saber cómo vivieron ellos en su tiempo, sino cómo viven actualmente, pues este tiempo es el nuestro. Es decir, el de ellos, el de los chicos y el de nosotros. En efecto, nuestros ancianos son de nuestra época, no de otra; serán viejos, pero viejos de este nuestro Siglo XXI.

No perdamos la oportunidad irrepetible de compartir con ellos el tramo del camino de la historia, mientras estemos juntos y no olvidemos que un día nosotros también tendremos que hacer el último tirón de la mano de una generación nueva, distinta y quiera Dios que mejor.