La feligresía se dio cita en la Capilla con la imagen patronal y otras que la acompañaron. Con mucho gozo se celebró la Eucaristía en la que se presentó la maternidad de la Virgen en la Iglesia, referida en el texto del Evangelio del día (Jn. 19,25-27), como en la Primera Lectura (Hech. 1, 12-14; 2,1-4).
Fijando la mirada en la lectura de Pentecostés se recalcó que en torno a la Virgen la Iglesia se reúne para orar, pero que también se une para predicar. Y que cada cristiano debe dar testimonio y llamar la atención respecto de las maravillas que Dios obra en el mundo, en la lengua en que el Espíritu Santo le permite expresarse.
La lengua es la que origina cultura, de manera que no hay que entenderla solamente como un idioma; es mucho más que eso. Los cristianos deben anunciar al mundo el Evangelio en aquella cultura en la que se encuentran inmersos. Más todavía, deben construir esa cultura con la propuesta de Jesús. Así, es nuestra tarea argentinizar el Anuncio de Cristo, brindándole esa expresión autóctona del Noroeste que se distingue de otras regiones de nuestro País.
Después de la procesión se regresó a la gruta de la Virgen para homenajearla con un fraterno ágape, en el que no faltó la música y nuestras danzas folklóricas.
Que la Virgen de Luján bendiga nuestro suelo y el corazón de los argentinos, dándonos un sincero respeto por la vida de cada uno de nosotros y de toda nuestra sociedad.
